¡Nos estamos quedando sin cobre!
Tranquilos, un déficit estructural es poco probable
El cobre vive un momento estelar. Es el protagonista de discusiones y varios análisis; y desde hace algún tiempo se pronostica un desbalance estructural entre oferta y demanda. Dependiendo de la fuente que se consulte, tal escasez debería materializarse hacia mediados de la próxima década. Las razones para este pronóstico tienen que ver con el esperado aumento de consumo de este metal en las energías renovables, la electromovilidad y los datacenters; sumado a sus usos tradicionales en la construcción, infraestructura energética y de telecomunicaciones, entre otras. Instituciones como la Agencia Internacional de Energía (IEA) proyectan que el consumo de cobre al 2050 rondaría las 41 millones de toneladas en su escenario de “cero neto”[1]; mientras que empresas como BHP proyectan en 50 millones de toneladas el consumo en el mismo plazo[2]. Además, según los análisis de la misma IEA la producción primaria de cobre (de mina) se disminuiría después del 2030, llegando a cantidades bajo las 20 millones de toneladas al 2040[3].
Anuncios de escasez no son nada nuevo. Basta recordar que hacia mediados y finales de la década de los 2010 las discusiones giraban en torno a la posible escasez de litio y de cobalto, debido a aumentos en su consumo por la transición energética y las baterías para la electrificación del transporte[4] [5]. Hoy en día vemos que ambos minerales tienen sobreoferta y precios deprimidos. De hecho, en el caso del cobalto fue necesaria una intervención gubernamental suspendiendo las exportaciones para soportar el precio[6]. Vale la pena entonces revisar los datos y hacerse una opinión propia sobre lo que puede venir en el mercado del cobre.
Contrario a los minerales mencionados antes el del cobre es un mercado maduro y bien conocido, del cual se tienen datos históricos confiables para varias décadas atrás. Revisando el consumo de cobre refinado en los últimos 30 años (1994-2023), ha presentado un crecimiento promedio del 3,1% anual (YoY), y en una proyección al 2050, un consumo hacia las 44 millones de toneladas hace sentido considerando la tendencia histórica. Es decir, las proyecciones son perfectamente factibles, pero no se trata de un boom de demanda, sino la continuación de una tendencia. Del lado de la oferta, los datos históricos muestran que la producción de cobre refinado ha crecido a una proporción muy parecida al consumo (3,2% YoY), llevándola desde 11,2 millones de toneladas en 1994 hasta 27,5 millones en 2023. Sin embargo, aumentar la producción no es una tarea sencilla: aumentar la producción en las minas en explotación, abrir nuevas minas, y sumar nuevos inventarios a partir del reciclaje requieren inversiones cuantiosas, sortear procesos de licenciamiento muchas veces largos, complejos y susceptibles a variables fuera de las meramente técnicas (p.ej. desastres naturales, relaciones comunitarias, requerimientos de contenido local, medidas gubernamentales, etc.).
Respecto a los precios, pese a la sensibilidad de esta variable al ciclo económico y a la volatilidad inducida por la guerra comercial, el cobre se mueve sostenidamente en precios altos históricos, con valores alrededor de los 9.350 USD/t (Promedio de los últimos 12 meses); y desde noviembre de 2022 no ha bajado de la marca de los 8.000 USD/t. En este contexto de demanda esperada, oferta presionada y altos precios se da un incentivo claro a aumentar la producción; la pregunta es entonces si la oferta podrá satisfacer la demanda.
La situación es desafiante. Sin embargo, anuncios y movimientos del mercado hacen pensar que ampliaciones de proyectos, apertura de nuevas minas y medidas en el mercado de chatarra están en camino. Por ejemplo, proyectos como Los Bronces integrado (Chile), la ampliación de Udokan (Rusia), la ampliación de Kamoa-Kakula (DRC) y/o la Integración Coroccohuayco (Antapaccay, Perú) pueden aportar producción fresca y reemplazo de minas con producción decreciente. Otras jurisdicciones han tomado medidas para ampliar, revitalizar o reactivar su industria del cobre, como Ecuador, Estados Unidos y Argentina, en donde se ofrecen cláusulas de estabilidad y procedimientos de permisos agilizados a proyectos de inversión, dentro de los cuales caen proyectos cupríferos, algunos de los cuales ya están en etapas avanzadas (p.ej. El Pachón y MARA en Argentina o Cascabel en Ecuador, quienes podrían entrar a producir en los próximos 5 años). Otras jurisdicciones tradicionalmente cupríferas como Zambia han anunciado planes para elevar su producción hasta las 3 millones de toneladas, o grandes proyectos en nuevas jurisdicciones como Reko Diq en Pakistán aportarán a la producción de cobre que el mercado demanda[7].
Pese a la presión sobre la oferta, los incentivos están para que empresas y gobiernos decidan avanzar decididamente con su producción de cobre. La salud de la economía china seguirá siendo determinante en la demanda del metal, por lo que hay que seguir los detalles de su desarrollo. Hasta ahora la oferta ha sido capaz de satisfacer la demanda; desde este espacio consideramos que un déficit estructural es poco probable.
Referencias
[1] IEA - Global Critical Minerals Outlook 2024
[2] BHP - BHP Insights: how copper will shape our future
[3] IEA Global Critical Minerals Outlook 2025
[4] Ver: Cobalto: el metal precioso que está provocando una nueva "fiebre del oro"
[5] Ver: El cobalto sube como la espuma gracias al empuje del coche eléctrico
[6] Ver: RD Congo apuesta a congelar exportación de cobalto para frenar caída de precios
[7] Ver: CESCO - ¿Cuáles son los principales proyectos de cobre en la próxima década?
* Los datos consultados para los análisis son de COCHILCO y Banco Mundial